
El gesto, considerado “impensable” en una industria donde cada segundo de actuación cuesta millones, fue interpretado por algunos como una declaración artística y por otros como una provocación directa a las reglas del entretenimiento moderno.
“No todo se compra, no todo se vende”, fueron las únicas palabras del artista puertorriqueño publicadas en sus redes sociales poco después del evento. En apenas una hora, su mensaje acumuló más de cinco millones de “me gusta”.
Sin embargo, lo que realmente encendió la conversación fue la intervención inesperada de Shakira, quien salió públicamente a defenderlo. La cantante colombiana rompió su silencio con una frase que dejó al público reflexionando: “El arte no siempre se trata de dinero.”
Shakira continuó diciendo: “A veces, se trata de enviar un mensaje, de recordar por qué empezamos a crear. No todo lo que brilla son dólares. Algunos aún creemos en el poder del propósito.”
Sus palabras fueron celebradas por miles de artistas y activistas culturales, que vieron en su comentario una reivindicación del arte auténtico sobre la comercialización excesiva que domina los escenarios globales.
Pero no todos estuvieron de acuerdo. Varias estrellas del country y figuras conservadoras de la industria calificaron el gesto como “un truco publicitario barato”, acusando a Bad Bunny de buscar atención bajo la apariencia de rebeldía.
El cantante no respondió directamente, pero su silencio solo avivó la polémica. Mientras tanto, Shakira recibió tanto elogios como críticas, siendo señalada por algunos medios estadounidenses de “romantizar el rechazo a las normas del negocio”.
Un productor de Nashville declaró al New York Post: “Si él puede darse el lujo de rechazar millones, genial. Pero para el resto de los artistas, esa decisión no es inspiración, es una burla.”
En redes, los bandos se formaron rápidamente. #BadBunnyEsArte y #SuperBowlMoney comenzaron a competir en tendencia, mientras millones de usuarios discutían si el gesto del artista debía considerarse valentía o arrogancia.
Entre tanto ruido, la figura de Shakira volvió a tomar protagonismo. Su comentario, breve pero poderoso, fue compartido por más de cincuenta millones de personas, consolidándola una vez más como voz de autenticidad en una industria dividida.
Periodistas culturales recordaron que no era la primera vez que ella defendía la pureza artística. “Desde sus inicios, Shakira ha priorizado el mensaje sobre el marketing,” escribió un columnista de El País. “Su apoyo a Bad Bunny tiene coherencia.”
La polémica también alcanzó a las grandes marcas del evento. Varios patrocinadores expresaron sorpresa y descontento por el rechazo del artista, temiendo que la narrativa de “actuar gratis” afecte el valor comercial del espectáculo más caro del mundo.
Sin embargo, analistas de la industria musical coincidieron en que el gesto de Bad Bunny podría marcar un punto de inflexión. “Ha abierto un debate que nadie se atrevía a tocar: ¿hasta qué punto el arte se ha convertido en mercancía?”, señaló Billboard.
Desde Puerto Rico, los fans del artista celebraron su decisión como un acto de orgullo cultural. “Él representa al Caribe, no a los contratos,” comentó una joven durante una entrevista televisiva. “Esto no es rebeldía, es identidad.”
Mientras tanto, los seguidores del country en Texas y Tennessee calificaron la situación como “una ofensa a los valores del trabajo artístico”. Para ellos, renunciar al dinero no es humildad, sino desprecio hacia quienes luchan por sobrevivir con su talento.
El debate se volvió aún más intenso cuando varios músicos latinos se unieron a Shakira. Residente, Karol G y Ricky Martin defendieron a Bad Bunny, asegurando que su gesto era un llamado a recordar el propósito cultural del arte.

“No se trata de cuánto te pagan, sino de por qué lo haces,” escribió Ricky Martin. Su mensaje fue replicado por figuras de todo el mundo, generando una sensación de solidaridad artística frente al dominio corporativo.
A pesar del caos mediático, los organizadores del Super Bowl confirmaron que la presentación fue un éxito rotundo. La audiencia alcanzó cifras históricas y, paradójicamente, la polémica duplicó el interés global en el espectáculo.
Hoy, la discusión sigue abierta. Un lado afirma que Bad Bunny es un genio que desafía las normas; el otro lo tilda de manipulador. Pero, al final, lo cierto es que logró lo impensable: que el mundo hablara de arte, no de dinero.
Y mientras los ecos de su decisión aún resuenan, Shakira sonríe desde la distancia, convencida de algo que tal vez todos olvidamos: que la música, cuando nace del alma, no necesita precio. Solo necesita propósito, verdad… y un poco de valor.