La noticia sacudió el mundo del fútbol español apenas horas después del Clásico disputado en el Santiago Bernabéu. La FIFA, a través de su Comité de Ética y Arbitraje, confirmó este lunes la apertura de una investigación formal contra el colegiado español César Soto Grado, tras recibir una denuncia oficial del FC Barcelona. Según fuentes cercanas al club catalán, el reclamo se basa en “posibles irregularidades disciplinarias y manipulación del criterio arbitral” durante el desarrollo del partido, especialmente en la expulsión de Pedri a los minutos finales del encuentro.

El partido, que terminó con victoria merengue por 2-1, estuvo marcado por una serie de decisiones polémicas que generaron una ola de críticas en redes sociales y en los medios deportivos. La acción más discutida ocurrió en el minuto 87, cuando Soto Grado mostró una segunda tarjeta amarilla al mediocampista canario por una entrada leve sobre Jude Bellingham. Las imágenes televisivas muestran un contacto mínimo, y varios analistas coincidieron en que la falta, aunque imprudente, no merecía una sanción tan severa.
Fuentes del Barcelona confirmaron que el club presentó un informe técnico acompañado de grabaciones y análisis de la jugada. El documento, según la prensa catalana, sostiene que “la decisión alteró directamente el desarrollo del encuentro y afectó la integridad competitiva del mismo”. En paralelo, medios madrileños defendieron la actuación del árbitro, argumentando que la jugada “se ajustó al reglamento” y que la intensidad del partido justificaba una aplicación rigurosa de la norma.

La FIFA, por su parte, informó que la investigación se centrará en revisar la coherencia del arbitraje, las comunicaciones internas del VAR y la relación entre los informes técnicos y las decisiones tomadas en el campo. Un portavoz del organismo declaró que “la prioridad es garantizar la transparencia y proteger la credibilidad del arbitraje internacional”. Aunque no se estableció un plazo concreto, el proceso podría extenderse varias semanas, y sus conclusiones podrían tener consecuencias disciplinarias tanto para el colegiado como para el cuerpo técnico implicado en la supervisión del partido.
Xabi Alonso, entrenador del Real Madrid, no tardó en reaccionar ante la polémica. En la rueda de prensa posterior al encuentro, calificó la decisión de la FIFA como “una exageración mediática” y defendió la labor arbitral. “Soto Grado actuó con profesionalismo y criterio. El fútbol no puede convertirse en un tribunal permanente donde se cuestione cada decisión del árbitro”, declaró el técnico vasco, visiblemente molesto por las insinuaciones de manipulación. Alonso añadió que el Real Madrid “ganó por mérito propio” y que “cualquier intento de desvirtuar el resultado es una falta de respeto hacia el trabajo de los jugadores”.

Desde el entorno blaugrana, las reacciones fueron completamente opuestas. Joan Laporta, presidente del club, afirmó que “el respeto a la competición pasa por esclarecer lo ocurrido” y prometió que Barcelona “irá hasta las últimas instancias si se comprueba algún tipo de irregularidad”. Diversos jugadores del conjunto catalán también expresaron su indignación en redes sociales, con Pedri publicando un mensaje en el que escribió: “Siempre defenderé jugar limpio. Espero que se haga justicia”.
En medio del revuelo, la Federación Española de Fútbol (RFEF) comunicó que cooperará plenamente con la investigación internacional y que revisará los procedimientos internos relacionados con la designación arbitral. Esta colaboración refleja la creciente presión que vive el fútbol español por garantizar imparcialidad en los Clásicos, partidos que generan millones de espectadores y un impacto económico colosal.

Mientras tanto, el debate sigue encendido. Expertos y exárbitros han pedido calma y objetividad, recordando que los errores humanos son parte del juego. Sin embargo, la intervención de la FIFA marca un precedente inusual que podría redefinir el control sobre el arbitraje en las grandes ligas europeas. Sea cual sea el resultado final, el caso de César Soto Grado se ha convertido ya en un símbolo de las tensiones que rodean al fútbol moderno, donde la tecnología, la presión mediática y los intereses deportivos se entrelazan en un escenario cada vez más complejo y cuestionado.