“NO CREO QUE PUEDA GANAR EL CAMPEONATO”. Max Verstappen dio una respuesta escalofriante cuando le preguntaron sobre sus posibilidades de ganar el título de 2025. Los aficionados a la F1 quedaron atónitos cuando admitió que sus posibilidades de ganar el título de 2025 estaban prácticamente esfumadas. También reveló por qué todo el equipo Red Bull tuvo que guardar silencio.

YA NO CREO QUE PUEDO GANAR EL CAMPEONATO

En el vibrante mundo de la Fórmula 1, donde cada rincón puede ser un potencial punto de inflexión, Max Verstappen ha detonado una bomba que ha roto el corazón de millones de aficionados. El cuatro veces campeón del mundo, que dominó el deporte durante años con un Red Bull imparable, dio una respuesta en una entrevista tras el Gran Premio de Singapur que sonó como una capitulación final. “Ya no creo que pueda ganar el campeonato”, dijo con un suspiro, con la mirada fija en el horizonte de una temporada que alguna vez comenzó llena de promesas. Las palabras flotaban pesadas en el aire, como los gases de escape de una vía parada. Los fanáticos de la F1 de todo el mundo se quedaron paralizados, con el aliento entrecortado, mientras la realidad de un posible quinto título parecía esfumarse.

Fue durante la rueda de prensa posterior a la carrera en Singapur, el 6 de octubre de 2025, cuando surgió la pregunta. Un periodista, armado con la eterna esperanza de la prensa deportiva, preguntó por sus posibilidades en la fase final de la temporada. Verstappen, normalmente un maestro en dosificar emociones y expectativas, dudó por un momento. Su rostro, marcado por el cansancio de un año agotador, delataba una rara vulnerabilidad. “Hay que ganar para ganar el título, y eso no se puede hacer con la suficiente regularidad”, respondió. “La diferencia es demasiado grande y todo tiene que salir perfecto. Tiene que haber mala suerte, no sólo para nosotros, sino también para la competencia. No creo que eso sea realista”. No era una broma, nada de su característico humor seco. Fue una confesión, cruda y sin filtros, que sacudió a todo el paddock.

Para entender la gravedad, tenemos que mirar hacia atrás, a una temporada que para Verstappen no siguió el guión que él y Red Bull habían escrito. El Campeonato 2025 empezó con muchas expectativas. Después de cuatro títulos consecutivos, el holandés parecía imbatible. Pero McLaren, con los jóvenes lobos Oscar Piastri y Lando Norris al volante, puso un freno al proceso. Piastri, la sensación australiana, tomó el liderato del campeonato a principios de temporada y lo defendió con entusiasmo. Norris, su compañero británico, acechaba en la segunda plaza, una sombra de la que Verstappen no podía deshacerse. Red Bull, que alguna vez fue sinónimo de dominio, luchó con un auto que ya no tenía la agudeza que alguna vez tuvo. Las actualizaciones aerodinámicas llegaron demasiado tarde y las luchas internas (rumores sobre órdenes de equipo y la ausencia de Helmut Marko) no mejoraron las cosas.

El propio Verstappen sólo ganó cuatro carreras este año: Japón, Italia dos veces y Azerbaiyán. Impresionante, pero no suficiente para compensar el déficit de 63 puntos de Piastri. Después de sus victorias consecutivas en Monza y Bakú a mediados de septiembre, las esperanzas estallaron brevemente. Los fanáticos soñaron con un regreso épico, una historia para los libros de historia. “No tengo nada que perder”, bromeó entonces, haciendo un guiño a un ’50 por ciento’ de posibilidades de ganar el título. Pero Singapur, circuito en el que nunca ganó, se convirtió en el punto de quiebre. Un tercer puesto era el máximo, mientras que Piastri y Norris se llevaban puntos. La brecha volvió a crecer y, a falta de seis carreras, incluidos los cruciales Grandes Premios de Estados Unidos, México y Brasil, la brecha se siente como un abismo insalvable.

Lo que hizo esta confesión aún más aterradora fue la revelación que siguió. Verstappen, que nunca ha sido un hombre de promesas vacías, habló de que todo el equipo Red Bull tenía que “guardar silencio”. “Todos hemos mantenido la boca cerrada sobre estos problemas”, dijo crípticamente. “Hay desafíos dentro del equipo que no queríamos revelar públicamente. Errores estratégicos, problemas de confiabilidad del motor y, sí, incluso discusiones sobre la futura alineación. Queríamos centrarnos en las carreras, no en el drama. Pero ahora, con el título fuera de nuestro alcance, es hora de mirar hacia adelante”. Los fanáticos inmediatamente especularon salvajemente: ¿se trataba de los rumores que rodeaban el asiento de Sergio Pérez? ¿Sobre la inminente llegada de Liam Lawson? ¿O conflictos más profundos con el jefe del equipo, Christian Horner, cuyo liderazgo ha sido criticado desde una serie de malas actuaciones en el campeonato de constructores?

La respuesta de la comunidad de la F1 fue inmediata y desgarradora. Hashtags como #VerstappenOut y #RedBullCrisis explotaron en las redes sociales. En Holanda, donde Verstappen es un héroe nacional, las banderas ondeaban a media asta en Zandvoort, la pista donde triunfa cada año. “Esto es como un cuchillo en la espalda”, tuiteó un aficionado de Eindhoven. “Max merece algo mejor que esto”. Incluso los rivales mostraron simpatía. Lando Norris, que ahora tiene serias posibilidades de conseguir su primer título, dijo: “Max es un campeón de principio a fin. Esta temporada ha sido dura, pero él sigue luchando”. Oscar Piastri, líder indiscutible, añadió: “Lo respeto enormemente. El título aún no lo ha ganado, pero es agridulce cuando se rinde”.

Sin embargo, Verstappen no está completamente roto. En un raro momento de optimismo, insinuó que 2026, el año de las nuevas regulaciones. “Esta es una llamada de atención para Red Bull. Tenemos que innovar, entrenar más duro. Monto por diversión, por victorias, no sólo por la corona”. Su debut en GT3 en Nürburgring, donde triunfó en los fines de semana de F1, lo subrayó: un recordatorio de su pasión por las carreras por excelencia. Pero por ahora, una sombra se cierne sobre el equipo. Red Bull debe permanecer tranquilo, reagruparse internamente, mientras McLaren aplaude. ¿Los fanáticos? Siguen teniendo esperanzas, porque en la Fórmula 1 nada es definitivo. Un coche de seguridad, un error en una parada en boxes, un momento de brillantez: todo puede cambiar. Pero ahora mismo, con las palabras de Verstappen aún resonando, el título parece un sueño lejano.

La entrevista terminó con un silencio, un vacío que llenó la sala de prensa. Verstappen se levantó, le estrechó la mano y se alejó, con los hombros ligeramente encorvados. Afuera, los motores seguían rugiendo, una sinfonía de velocidad que una vez lo coronó rey. Ahora es un príncipe en el exilio, esperando su momento. Para el mundo de la F1 esto es una advertencia: incluso los gigantes pueden caer. ¿Y para Max? Es el comienzo de un nuevo capítulo, uno lleno de fuego y determinación. Porque lo creas o no, el campeón todavía arde en su corazón.

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