La estrella colombiana Shakira Isabel Mebarak Ripoll se encuentra inmersa en una de las giras de conciertos más colosales y rentables de su trayectoria. Estadios repletos, récords de taquilla y una frase que se ha convertido en el lema de empoderamiento global: “Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”. Se estima que la artista está percibiendo cerca de seis millones de dólares por presentación, una cifra que solidifica su estatus no solo como ícono musical, sino como una fuerza empresarial indetenible.

Sin embargo, el éxito deslumbrante que rodea su tour mundial no es solo un tributo a su talento, sino una catarsis pública, un reality show épico donde el dolor se ha capitalizado en arte. A lo largo del espectáculo, Shakira lanza mensajes directos a su expareja y padre de sus hijos, el exfutbolista Gerard Piqué, desgranando una historia de romance fallido que, vista en retrospectiva, parecía estar destinada al fracaso desde el día uno.

Este no es el relato de un amor que se agota; es el testimonio de cómo el control, el ego y la inseguridad de una pareja y su entorno familiar casi borran a una de las artistas más importantes de la música contemporánea.

La Semilla de la Inseguridad: El Clasismo y el Control en Casa
Cuando Shakira y Piqué hicieron oficial su relación, el mundo vio a una pareja poderosa y glamurosa. Lo que no se sabía es que, tras bambalinas, la cantante ya lidiaba con una fuente constante de tensión y humillación: la familia Piqué Bernabéu.
La madre del futbolista, la señora Monserrat Bernabéu, nunca aceptó realmente a Shakira. Según reportes de la prensa española, a la matriarca catalana, de clase alta, le desagradaba que su hijo se relacionara con alguien que no pertenecía a su círculo social, mostrando un profundo e hiriente clasismo. Poco importaba que la barranquillera fuera mucho más rica, famosa y exitosa que toda la familia Piqué junta; para Monserrat, el linaje y el abolengo eran más importantes.
Esta actitud se manifestó en acciones dolorosas y sutiles que minaron la autoestima de Shakira desde el principio. En 2012, Monserrat, bajo el pretexto de un “maltrato”, le dijo a Shakira que se cortara su icónico cabello rizado. La artista obedeció, solo para darse cuenta casi de inmediato de que había cometido un error. Era como si le estuvieran borrando su identidad. A partir de ese momento, la pareja y su familia comenzaron a sembrar inseguridades que escalaron la tensión en la relación.
Pero la humillación no se quedó en palabras. Videos que se han vuelto virales documentan momentos de trato despectivo. En uno, la madre de Piqué empuja con el hombro el rostro de la madre de Shakira, Nidia del Carmen Ripoll, apartándola de una foto como si la invisibilizara. En otro, mucho más impactante, Monserrat toma a Shakira del rostro y la calla con una mirada violenta y severa, justo en frente de su hijo. Estas imágenes, que valen más que mil palabras, revelan el ambiente de sometimiento y maltrato psicológico que Shakira tuvo que soportar de quienes un día consideró su familia.
Siete Años de Sacrificio y el “Cordón Umbilical”
La relación con Piqué pronto se reveló como controladora, celosa y posesiva. Shakira, en una entrevista para la revista Times, confesó haber sacrificado siete años de su carrera para estar al lado de su pareja, una decisión que la centró en su papel de novia y madre, y que la apartó del panorama musical internacional.
“Durante mucho tiempo he aparcado todo para estar al lado de Gerard y que él pudiera jugar al fútbol”, reconoció.
La cantante, inmersa en componer canciones de amor apasionadas como La La La o Toneladas, minimizó su propia luz para que la de Piqué brillara más. Cuando la artista intentó retomar su carrera con el álbum El Dorado en 2017 y una gira mundial, la inseguridad del futbolista se disparó. El paparazzi Jordi Martín aseguró que Piqué, consumido por los celos, irrumpió en el set de grabación del video Chantaje con Maluma, sintiéndose amenazado por el éxito y la química profesional de su pareja.
Esta época de tensión y sacrificio personal coincidió con un evento devastador para Shakira: en 2019, sufrió una hemorragia vocal que la dejó sin voz, obligándola a comunicarse con sus hijos de cuatro y seis años a través de señas. La crisis la hundió en una profunda depresión. Lo más revelador de ese periodo fue la ausencia de apoyo emocional de su pareja. Shakira afirmó que Piqué se sentía “muy libre”, mientras ella se sentía “muy sola, muy amargada y muy negativa” a su lado.
El éxito, supuestamente compartido, se convirtió en una competencia insana. Tras el Super Bowl de 2020, que puso a Shakira en el centro del mundo, Piqué sufrió lesiones recurrentes que mermaron su rendimiento deportivo, atrayendo críticas de la prensa y la afición. Este contexto de éxito femenino versus declive masculino fue el caldo de cultivo para que el ego herido de Piqué buscara admiración y superioridad en otro lugar, “buscando por fuera la comida” con alguien que no lo opacara.