El Paris Saint-Germain vuelve a estar en el punto de mira, pero esta vez no por sus logros deportivos. La reciente imputación del lateral marroquí Achraf Hakimi ha desatado una polémica sin precedentes en el club parisino. La noticia, inicialmente recibida con incredulidad, fue confirmada posteriormente por Alessandro DiMarco, excolaborador de varios directivos de la UEFA, quien declaró que «cierta información llevaba meses circulando entre personas con información privilegiada». Sus declaraciones solo alimentaron las sospechas de una larga cadena de silencios, omisiones y colusiones que protegían no solo a Hakimi, sino también a otras figuras clave que aún permanecen en la sombra.

Según fuentes internas, el vestuario del PSG se ha sumido en un estado de total confusión. Algunos jugadores han pedido explicaciones directas a la directiva, mientras que otros han expresado su deseo de distanciarse temporalmente del equipo para evitar verse envueltos en una espiral mediática potencialmente destructiva. Para complicar aún más la situación, la FIFA abrió una investigación interna hace semanas, operando bajo el máximo secreto y realizando entrevistas selectivas en París y Zúrich. Según las últimas revelaciones, el organismo rector del fútbol mundial ya ha reunido pruebas concretas de un encubrimiento orquestado por miembros de la directiva del club.

Lo más impactante de esta historia, sin embargo, se refiere a la controvertida identidad revelada oficialmente por la FIFA el viernes pasado: se trata, según se informa, de un funcionario con estrechos vínculos con exdirectivos del Real Madrid y otros clubes europeos, quien presuntamente facilitó el encubrimiento sistemático de conductas inapropiadas de varios jugadores de alto perfil. Este detalle ha provocado una oleada de reacciones en todo el mundo del fútbol, con llamados urgentes a la transparencia y a reformas estructurales en la gobernanza deportiva.

En París, la agitación crece a cada hora. El Parque de los Príncipes, antaño símbolo de orgullo y prestigio, se ha convertido en un foco de sospecha y tensión. La afición, antes orgullosa y unida, ahora exige claridad, amenazando con boicots y protestas si el club mantiene el silencio. La prensa francesa denuncia una “traición a la confianza pública”, mientras que algunos editoriales exigen la intervención del Ministerio de Deportes para garantizar que la investigación continúe sin interferencias.

Esta no es la primera vez que el PSG se ve envuelto en controversias ajenas al fútbol, pero la magnitud de las acusaciones y la red de encubrimientos revelada en este caso representan un avance completamente nuevo. El futuro del club, al menos en cuanto a su reputación, parece pender de un hilo. Mucho dependerá de la transparencia de la directiva y de su genuina disposición a cooperar con las autoridades futbolísticas y civiles. En cualquier caso, el caso Hakimi ya ha marcado un punto de no retorno para el club parisino y para el fútbol europeo.