En la tarde del 12 de junio de 2025, el cielo de Ahmedabad, India, se llenó de humo y ceniza tras el accidente del vuelo AI171 de Air India, un Boeing 787-8 Dreamliner con 242 personas a bordo. El avión, con destino a Londres-Gatwick, se estrelló apenas 30 segundos después del despegue. Doscientas cuatro personas murieron, entre ellas Vishwash Kumar Ramesh, ciudadano británico de 40 años que ocupaba el asiento 11A. Su testimonio, repleto de detalles desgarradores, conmocionó al mundo y ofrece una visión del caos de esos tres aterradores segundos que definieron la tragedia.
Ramesh, un empresario de Leicester que viajaba con su hermano Ajay Kumar Ramesh, relató los momentos previos al accidente desde su cama en el Hospital Civil de Ahmedabad. Describió lo que llamó un sonido “infrahumano”: un estruendo profundo y antinatural que resonó por el fuselaje segundos después del despegue. Las luces del avión comenzaron a parpadear en verde y blanco, y entre cinco y diez segundos después, la aeronave parecía estar “atrapada en el aire”. Entonces se produjo el impacto: el avión se estrelló contra un edificio universitario y explotó en una bola de fuego que lo envolvió todo a su paso.
La historia de Ramesh es tan extraordinaria como perturbadora. Sentado junto a una salida de emergencia, logró desabrocharse el cinturón de seguridad y escapar por un hueco en el fuselaje. Mientras se arrastraba entre los escombros, con la mano izquierda quemada y el cuerpo cubierto de sangre, vio cadáveres a su alrededor. “Tenía miedo. Salté y corrí”, declaró al Hindustan Times. Debido a una combinación de factores que los expertos aún no pueden explicar por completo, la parte del avión que transportaba aterrizó cerca del suelo sin impactar directamente contra el edificio. Esto le dio una posibilidad de supervivencia que nadie más tuvo.
La tragedia se cobró la vida no solo de pasajeros y tripulación, sino también de al menos 27 personas en tierra, la mayoría estudiantes de medicina que se encontraban en la cafetería de un dormitorio impactado por el fuselaje. Imágenes de video verificadas muestran el momento del impacto: el avión se precipitó sin control, con el morro hacia arriba, antes de desaparecer en una explosión de fuego y humo. Las autoridades indias han recuperado más de 200 cuerpos, pero el número exacto de muertos sigue aumentando a medida que continúa la devastación en la zona residencial de Meghaninagar.
Expertos en aviación como Anita Mendiratta señalan que los accidentes de despegue son extremadamente raros y pueden deberse a la falla simultánea de ambos motores, un evento que describen como “prácticamente imposible”. Sin embargo, el capitán Sumeet Sabharwal reportó una pérdida total de potencia tan solo 11 segundos después del despegue, gritando: “¡Ay, no hay empuje, pérdida de potencia!”. La caja negra, que aún se está examinando, podría arrojar luz sobre la causa, pero las teorías preliminares apuntan a problemas mecánicos o ajustes incorrectos de los flaps.
La historia de Ramesh ha captado la atención mundial, no solo por su milagrosa supervivencia, sino también por los detalles que desafían la lógica. ¿Cómo pudo un hombre escapar de un infierno de metal y fuego sin sufrir heridas graves? ¿Qué causó el sonido “inhumano” que marcó el comienzo del desastre? Mientras las autoridades de la India y el Reino Unido investigan, el mundo sigue conmovido por las historias de las víctimas, como la familia Joshi, que soñaba con una nueva vida en Londres, o los estudiantes de medicina cuyos sueños se vieron truncados abruptamente.
La imagen de Ramesh cojeando hacia la ambulancia, con su camiseta blanca manchada de sangre, se ha convertido en un símbolo de resiliencia. Su historia, ampliamente compartida en redes sociales, nos inspira a reflexionar sobre la fragilidad de la vida y el poder de los milagros en medio de la tragedia. Mientras la investigación continúa, una cosa es segura: el vuelo AI171 y el testimonio de su único superviviente permanecerán en la memoria colectiva, recordándonos lo impredecible que puede ser el destino.3