La tranquilidad que parecía haber regresado al fútbol español después del llamado “Caso Negreira” ha durado poco. Apenas dos años después de que se destapara uno de los mayores escándalos de la historia reciente del deporte, la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) vuelve a estar en el centro de la tormenta. La FIFA ha anunciado oficialmente la apertura de una investigación disciplinaria de gran alcance, tras recibir pruebas y denuncias relacionadas con presuntos casos de manipulación arbitral y de injerencias irregulares en el sistema de formación de jóvenes futbolistas.
Fuentes cercanas al comité disciplinario de la FIFA han confirmado que la decisión se tomó tras un análisis preliminar de varios informes internos y comunicaciones entre dirigentes de la RFEF y determinados miembros del Comité Técnico de Árbitros. Estos documentos, filtrados parcialmente a la prensa española, revelarían supuestas presiones y pagos encubiertos para favorecer a determinados clubes o influir en nombramientos arbitrales durante partidos clave de la Liga y competiciones inferiores.

La FIFA ha convocado con urgencia una audiencia extraordinaria en Zúrich para finales de octubre. En ella deberán comparecer altos cargos de la RFEF, así como exfuncionarios que ocuparon puestos de responsabilidad entre 2021 y 2024. El organismo internacional ha dejado claro que, en caso de comprobarse las acusaciones, no dudará en aplicar sanciones ejemplares que podrían incluir desde la suspensión temporal de la federación hasta la exclusión de la selección española de las eliminatorias para la Copa del Mundo de 2026.
La RFEF, a través de un comunicado emitido en la noche del martes, ha negado “categóricamente cualquier tipo de manipulación institucional o práctica ilícita”, asegurando que colaborará “de manera absoluta y transparente con las autoridades internacionales”. Sin embargo, la credibilidad de la federación se encuentra en entredicho, especialmente después de los escándalos recientes que involucraron a sus dirigentes, incluido el caso del expresidente Luis Rubiales.
El eco mediático de esta nueva crisis ha sido inmediato. Los principales diarios deportivos del país, como Marca y AS, abren sus portadas con titulares que recuerdan los años más oscuros del fútbol español. Jugadores y entrenadores de renombre han expresado su preocupación. “No podemos permitir que la imagen de nuestro fútbol vuelva a mancharse”, declaró públicamente el exguardameta Iker Casillas. Otros, como Andrés Iniesta, pidieron una “limpieza total” en las instituciones.
En paralelo, el Ministerio de Cultura y Deporte ha anunciado la creación de una comisión de observación independiente para supervisar la investigación en territorio español, a fin de “garantizar la transparencia y la cooperación con los organismos internacionales”.
El impacto potencial de esta investigación va mucho más allá de los despachos. De confirmarse las irregularidades, España podría enfrentarse no solo a sanciones deportivas, sino también a un daño reputacional incalculable. La exclusión de “La Roja” del Mundial sería un golpe devastador para la afición, las federaciones regionales y el conjunto del deporte español.
A medida que avanza la investigación, crece la sensación de que el llamado “Segundo Caso Negreira” podría marcar un antes y un después en la historia del fútbol en España. Si las sospechas se confirman, no solo quedaría en entredicho la integridad del arbitraje, sino también la confianza en las estructuras que gobiernan el deporte más popular del país. La FIFA promete respuestas antes de final de año, pero el daño, al parecer, ya está hecho.