😱 “¡DESASTRE TOTAL!” – El lanzamiento del calzado signature de Angel Reese en el WNBA All-Star de Indianápolis comenzó con gran esplendor, pero en un abrir y cerrar de ojos, la calificación se desplomó un 36%, las ventas de boletos cayeron un 48% y todos los planes se vinieron abajo… todo por la ausencia de Caitlin Clark debido a una lesión. La campaña “I’m in your city”, construida completamente sobre la sombra de la “verdadera reina”, desapareció de inmediato, dejando una lección costosa: una estrella no puede fingir, y sin Clark, al público no le interesa asistir.

😱 “¡DESASTRE TOTAL!” – El lanzamiento del calzado signature de Angel Reese en el WNBA All-Star de Indianápolis comenzó con gran esplendor, pero en un abrir y cerrar de ojos, la calificación se desplomó un 36%, las ventas de boletos cayeron un 48% y todos los planes se vinieron abajo… todo por la ausencia de Caitlin Clark debido a una lesión. La campaña “I’m in your city”, construida completamente sobre la sombra de la “verdadera reina”, desapareció de inmediato, dejando una lección costosa: una estrella no puede fingir, y sin Clark, al público no le interesa asistir.

El Gainbridge Fieldhouse de Indianápolis estaba listo para ser testigo de la coronación.  Reese’s “The 9”, su primera línea signature con Reebok, iba a debutar en el fin de semana del All-Star 2025 con pompa nunca vista en la WNBA.  Luces, drones, concierto de Lil Wayne y una pasarela de 30 metros en medio de la cancha.

Las pantallas gigantes mostraban el lema de la campaña: “I’m in your city”.  En cada valla publicitaria de Indiana aparecía Angel Reese con las zapatillas doradas y la frase “The Queen has arrived”.  Reebok había invertido más de 22 millones de dólares solo en activación de ese fin de semana.

Las entradas se agotaron en 48 horas cuando se anunció que Caitlin Clark también estaría presente.  Los revendedores llegaron a pedir 1.800 dólares por un asiento en la primera fila.  Todo el mundo quería ver el enfrentamiento entre la novata sensación y la reina autoproclamada del momento.

Pero el martes previo al evento llegó el comunicado que nadie esperaba.  Caitlin Clark, por una lesión leve en el tobillo, quedaba fuera del All-Star y de todas las actividades.  El silencio en las oficinas de Reebok fue tan fuerte que se podía escuchar el corazón romperse.

En menos de seis horas, Ticketmaster registró 48% de reembolsos.  La gente no pedía devolución porque no quisiera ver baloncesto femenino; pedía devolución porque no iba a ver a Clark.  Las redes se llenaron de memes: “Sin Caitlin no hay paraíso”.

El viernes, el día del lanzamiento oficial, el ambiente era fantasmal.  El estadio, que tenía capacidad para 18.000 personas, apenas llenó 9.200 asientos.  Los drones formaron el logo de “The 9” en el cielo, pero la mitad de los espectadores ni siquiera levantó la vista del móvil.

Lil Wayne subió al escenario y preguntó: “¿Dónde está mi gente de Indy?”  El respuesta fue un murmullo tibio.  En primera fila, varias influencers que habían sido invitadas VIP empezaron a publicar Stories diciendo que “se sentían mal” y se iban antes de tiempo.

La transmisión por ESPN marcó un rating 36% más bajo que el All-Star del año anterior.  Los comentaristas no sabían cómo llenar los silencios.  En un momento, uno soltó sin filtro: “Esto es lo que pasa cuando construyes un castillo sobre arena ajena”.

En el stand de Reebok, las zapatillas “The 9” se acumulaban sin comprador.  Una pareja preguntó el precio: 220 dólares.  La chica miró la zapatilla, luego el estadio medio vacío y dijo: “Prefiero las de Caitlin, gracias”.

Angel Reese intentó salvar la noche con una aparición sorpresa en la pasarela.  Sonrió, lanzó besos, dijo “This is still my city”.  Pero la reacción fue tan fría que hasta ella bajó la mirada por primera vez en público.

Al fondo del pabellón, un grupo de niñas llevaba camisetas de Iowa y gritaba “¡We want Caitlin!”  Seguridad tuvo que escoltarlas fuera.  En ese momento quedó claro: Indianápolis nunca había sido ciudad de Reese.

Al día siguiente, Reebok retiró toda la cartelería de “I’m in your city” en menos de 12 horas.  Los camiones de mudanza se llevaron cientos de cajas de zapatillas sin vender.  El hashtag que iba a ser tendencia mundial apenas llegó al top 50.

Fuentes internas aseguran que la marca perdió más de 15 millones de dólares entre producción, activación y reembolsos.  Un ejecutivo, bajo anonimato, resumió la tragedia en una frase: “Vendimos un sueño que no era nuestro”.

Angel Reese publicó un tuit esa noche: “Gracias Indy por el amor ❤️”.  Recibió 1.2 millones de likes… y 480.000 quotes diciendo “¿Qué amor?”  Nunca un lanzamiento signature había caído tan rápido y tan fuerte.

La WNBA entera aprendió la lección en vivo y en directo. Puedes ser All-Star, puedes ser campeona, puedes tener carisma y contratos millonarios.   Pero si tu evento entero depende de la sombra de otra jugadora, cuando esa sombra desaparece, tú también desapareces.

Indianápolis no era su ciudad.  Nunca lo fue.  Y el silencio de 9.000 asientos vacíos fue el eco más brutal que el baloncesto femenino ha escuchado en años.

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