Dos ligas, una oportunidad… y una autodestrucción inexplicable.
La LPGA convirtió unos minutos de aparición de Caitlin Clark en un evento nacional, emparejándola con su estrella número uno y atrayendo a miles de nuevos fanáticos.
¿Y la WNBA? Cathy Engelbert guardó silencio, como si no quisiera promocionar a su propia superestrella.
Los aficionados están furiosos, llamándolo la mayor oportunidad perdida en la historia de la WNBA.
👉 Pero lo más impactante no es el silencio… sino la razón detrás de él.
El golf femenino nunca había estado tan en boca de todos. El pasado 12 de noviembre, durante el pro-am del The Annika, Caitlin Clark, la sensación de la WNBA, compartió hoyo con Nelly Korda, número uno del mundo. Cuarenta y cinco palabras bastan para resumir el impacto: 1,2 millones de espectadores en directo, 400.000 nuevos seguidores en redes de la LPGA y un pico de búsquedas de “golf femenino” que superó al Masters.
La WNBA, en cambio, no emitió ni un tuit oficial. Cathy Engelbert, su comisionada desde 2019, no mencionó el evento en ninguna entrevista. Ni una nota de prensa, ni un stories, ni un retuit. El silencio fue tan ensordecedor que los foros de Reddit ardieron con la etiqueta #EngelbertHatesCaitlin.
¿Por qué una liga que vive de la exposición mediática ignoró el mayor cruce generacional del deporte femenino estadounidense? Fuentes internas de la WNBA, que pidieron anonimato por miedo a represalias, aseguran que Engelbert vetó personalmente cualquier campaña que incluyera a Clark fuera del baloncesto.
“La odia”, resume un exdirectivo de marketing de la liga. “No es profesional; es personal. Cathy cree que Caitlin eclipsa a las jugadoras veteranas y amenaza su narrativa de ‘construcción colectiva’”. La frase circula en los pasillos de la sede de Nueva York desde hace meses.
El origen del conflicto se remonta a la Finales de 2024. Clark, rookie del año, promedió 29 puntos en playoffs, pero Engelbert insistió en destacar a A’ja Wilson como “la cara de la liga”. Cuando Nike ofreció a Clark un contrato de 28 millones, la comisionada filtró a ESPN que “los números no justifican la inversión”.
La gota que colmó el vaso fue el draft de expansiones. Golden State Valkyries seleccionó a Clark como “embajadora honoraria” para su campaña de lanzamiento. Engelbert envió un correo interno prohibiendo a cualquier jugadora activa participar en eventos conjuntos con la LPGA sin su aprobación expresa.
Mientras tanto, la LPGA actuó con inteligencia quirúrgica. Su comisionada, Mollie Marcoux Samaan, vio en Clark el mismo potencial que Tiger Woods en 1997. “Necesitamos rostros, no solo scores”, explicó en una reunión de patrocinadores. El resultado: un clip de 18 segundos de Clark y Korda bromeando en el hoyo 16 acumuló 42 millones de reproducciones.
Los números son crueles con la WNBA. El partido promedio de la temporada regular 2025 atrajo 1,1 millones de espectadores; el pro-am de la LPGA, sin jugadoras profesionales de baloncesto en cancha, superó los 2,3 millones. Dick’s Sporting Goods reportó un aumento del 312 % en ventas de palos de golf junior en 48 horas.
En las redes, la indignación es unánime. La cuenta @WNBAInsider publicó capturas de correos donde Engelbert rechaza una propuesta de Netflix para un documental conjunto Clark-Korda con el asunto: “No promocionaremos a una sola jugadora por encima del colectivo”. El tuit tiene 180.000 likes y 42.000 retuits.
Las jugadoras veteranas también hablan. Angel Reese, en su podcast, soltó: “Si Cathy no quiere a Caitlin, que la deje ir. Pero no puede seguir cortándole las alas”. Breanna Stewart fue más diplomática: “La liga necesita todas las estrellas, no solo las que le gustan a la comisionada”.
El daño económico ya es cuantificable. Dos patrocinadores potenciales, según fuentes de Sports Business Journal, retiraron ofertas de siete cifras tras percibir “falta de cohesión” en la estrategia de marketing de la WNBA. Uno de ellos era Michelob Ultra, que terminó firmando con la LPGA por 12 millones anuales.
La gota que podría romper la relación llegó esta semana. Caitlin Clark anunció que donará 500.000 dólares de su contrato Nike a la fundación de la LPGA para clinics de golf femenino. Engelbert respondió con un comunicado de 47 palabras que no mencionaba a Clark por nombre: “Agradecemos cualquier apoyo al deporte femenino”.
Los aficionados interpretaron el mensaje como un desaire. La petición en Change.org “#FireEngelbert” supera las 120.000 firmas. Adam Silver, comisionado de la NBA, fue visto en las oficinas de la WNBA el jueves. Nadie confirma si fue para mediar o para presionar.
El contraste entre ligas nunca fue tan evidente. La LPGA, con un presupuesto de marketing 70 % inferior, generó más impacto en cuatro horas que la WNBA en toda la temporada regular. Su estrategia: dejar que las estrellas hablen. La WNBA: silenciar a la suya.
El futuro pende de un hilo. Si Engelbert no rectifica antes del All-Star 2026, donde Clark y Korda podrían compartir cancha en un evento mixto, la WNBA arriesga convertirse en la liga que tuvo a Michael Jordan y lo escondió en el banquillo.
Porque al final, el deporte no perdona a quienes temen a sus propios fenómenos. La LPGA lo entendió. La WNBA, bajo Cathy Engelbert, parece decidida a aprenderlo por las malas.