“Este club ya no es mío.” Estas palabras, atribuidas a Lionel Messi por un familiar cercano, han resonado como una bomba en los pasillos del FC Barcelona. Según fuentes internas del club, el astro argentino, aún marcado por su salida humillante en 2021, estaría preparando una respuesta histórica: no un regreso al césped, sino una intervención directa en los pasillos del poder. Lo que comenzó como un rumor tras la última derrota del Barça contra el Elche se ha convertido en una crisis interna que amenaza con fracturar al club culé de cara a las elecciones presidenciales de 2026.

Todo explotó en un vestuario ya al borde del colapso. La derrota ante el Elche no solo dejó al Barcelona en una posición incómoda en La Liga, sino que desató una reunión tensa en la que varios directivos cuestionaron abiertamente las decisiones del entrenador Hansi Flick. En paralelo, fuentes cercanas al club revelan que Deco, director deportivo, mantuvo una reunión secreta con representantes de Joan Laporta para discutir un proyecto de ampliación del Camp Nou y otras iniciativas estratégicas, sin consultar al personal técnico ni a ciertos directivos clave. Este gesto, interpretado como una falta de transparencia, habría irritado profundamente a Messi, quien mantiene contacto constante con excompañeros y figuras influyentes dentro del club.

Según el medio argentino *El Futuro*, Messi habría confesado a su círculo íntimo que nunca perdonará la “doble traición” de Laporta. La primera: su salida forzosa en verano de 2021, cuando el presidente culé aseguró que no había fondos para renovar su contrato pese a las promesas previas. La segunda: la promesa incumplida de un regreso simbólico antes de su retiro oficial, un gesto que el argentino esperaba como reparación moral. De esta “fría ira”, como la describen allegados, nacería la idea de una intervención directa en las elecciones de 2026, apoyando a un candidato anti-Laporta.

Pero lo más impactante no es solo la postura de Messi, sino el respaldo silencioso que estaría recibiendo desde dentro del vestuario actual. Varios jugadores clave del primer equipo, entre ellos un campeón del mundo francés —cuyo nombre no ha sido revelado, pero que apunta a figuras como Jules Koundé o Ousmane Dembélé— y un joven prodigio de La Masia, habrían hecho saber a su entorno que “no estarían en contra de un cambio de rumbo” si Messi decidiera involucrarse políticamente en el club. Este mensaje, cargado de significado, habría llegado directamente a Laporta, tocándole en lo más profundo: su autoridad como presidente.
Hansi Flick, por su parte, ya debilitado por los resultados irregulares del equipo —con empates frustrantes y derrotas inesperadas—, habría solicitado a la directiva “silenciar los rumores” para preservar la concentración del grupo. Sin embargo, fuentes internas aseguran que la fractura es ya irreversible. Se habla de dos bandos claros: los partidarios incondicionales de Laporta y el “campo Messi”, compuesto por exjugadores, exempleados y sectores del barcelonismo que nunca aceptaron la salida del argentino.
El ambiente en el club es tan tenso que incluso la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) estaría siguiendo de cerca la situación. El temor es que las tensiones internas se trasladen a la selección española, donde conviven Lamine Yamal —estrella emergente del Barça— con varios directivos catalanes y jugadores vinculados al entorno blaugrana. Un conflicto de esta magnitud podría afectar la preparación de la Roja de cara a los próximos torneos internacionales.
Un exdirectivo del FC Barcelona, que prefirió mantener el anonimato, resumió la crisis con una frase lapidaria: “El problema no es Messi. Es que, en realidad, nunca dejó el Barcelona”. Y es que, más allá de los números y los trofeos, la influencia de Leo trasciende el terreno de juego. Su legado no es solo deportivo, sino emocional e institucional. Para millones de culés, Messi representa la identidad del club, y su distanciamiento con Laporta se percibe como una traición a esa esencia.
Si los rumores se confirman, Lionel Messi no buscaría un cargo ejecutivo directo, sino un rol de influencia estratégica: asesor, embajador o apoyo público a un candidato opositor. Figuras como Víctor Font —quien ya compitió contra Laporta en 2021— o incluso Joan Laporta en sus inicios contaron con el respaldo de leyendas del club. Pero nunca antes un ídolo de la talla de Messi había amenazado con liderar una revolución desde fuera.
Este movimiento no solo pondría en jaque la reelección de Laporta en 2026, sino que abriría un debate profundo sobre el modelo de gobernanza del Barcelona. ¿Es sostenible un club donde las decisiones se toman en reuniones secretas? ¿Puede un presidente ignorar al vestuario y a las leyendas sin pagar un precio? ¿Y qué pasa con la unidad institucional cuando el mayor símbolo vivo del club se posiciona en contra?
Hansi Flick llegó al Barça con la misión de reconstruir un proyecto deportivo tras la era post-Messi. Pero los resultados no acompañan: el equipo muestra fragilidad defensiva, dependencia excesiva de jóvenes como Lamine Yamal y Pedri, y una falta de liderazgo en los momentos clave. La presión sobre el técnico alemán es máxima, y los rumores sobre Messi no hacen más que agravar la situación.
Jugadores como Robert Lewandowski, veterano y referente, habrían expresado en privado su preocupación por la inestabilidad directiva. Otros, como los canteranos, ven en Messi una figura paterna y un modelo a seguir. Dividir el vestuario entre “laportistas” y “messistas” podría ser letal para la temporada.
La salida de Messi en 2021 no fue solo un adiós deportivo. Fue un trauma colectivo. Lágrimas en la rueda de prensa, acusaciones cruzadas, promesas rotas y un vacío que el club aún no ha llenado. Laporta vendió la marcha como “necesaria para salvar al Barcelona”, pero tres años después, el equipo no ha vuelto a ganar la Champions y lucha por mantenerse en la élite.
Messi, desde Miami, ha reconstruido su felicidad futbolística con el Inter Miami, pero nunca cerró la herida blaugrana. Sus declaraciones públicas han sido medidas, pero sus silencios y gestos —como celebrar goles mirando a cámara con el escudo del Barça en el corazón— hablan más que mil palabras.
Si Messi decide dar el paso, las elecciones de 2026 serán las más polarizadas en la historia del club. Por un lado, Laporta defenderá su gestión: el regreso de la estabilidad económica, el nuevo Camp Nou, el impulso a La Masia. Por otro, un candidato respaldado por Messi apelará al sentimiento: tradición, identidad, respeto a las leyendas.
Y en el centro de todo, el propio Leo: no como jugador, sino como símbolo. Porque, como dijo aquel exdirectivo, “nunca se fue”.
El FC Barcelona no ha terminado de temblar. Lo que parecía un simple rumor se ha convertido en una guerra de influencia total entre el ídolo eterno y el hombre que le cerró la puerta. Los próximos meses serán decisivos. Y los culés, una vez más, contarán los días para saber si su rey regresa… aunque sea para reclamar el trono.
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