### Impacto en la NBA: Tras una dolorosa derrota ante los Pacers, Stephen Curry y Draymond Green protagonizan una pelea en el vestuario — un conflicto interno que amenaza con destruir la legendaria dinastía de los Warriors, revelando un secreto impactante nunca antes contado.
La noche del 10 de noviembre de 2025 quedará grabada como una de las más oscuras en la historia reciente de los Golden State Warriors. En el Gainbridge Fieldhouse de Indianápolis, los Pacers aplastaron a los Warriors por 128-102, un marcador que no refleja la magnitud del desastre.
Stephen Curry, con solo 18 puntos y 5/17 en triples, salió cabizbajo; Draymond Green, expulsado en el tercer cuarto por doble técnica tras discutir con árbitros y rivales, abandonó la cancha entre abucheos. Pero lo que ocurrió después, en el vestuario visitante, fue mucho peor. Fuentes internas —tres jugadores y dos miembros del staff que hablaron bajo anonimato— confirman: Curry y Green protagonizaron una pelea verbal que escaló a empujones, gritos y acusaciones que podrían fracturar para siempre la dinastía que conquistó cuatro anillos entre 2015 y 2022.
El detonante fue inmediato. Según los testigos, al cerrar la puerta del vestuario, Green explotó: “¡Tú no estás liderando, Steph! ¡Estás flotando, esperando que otros hagan el trabajo sucio!”. Curry, visiblemente agotado tras cargar con la ofensiva toda la temporada, respondió con frialdad: “¿Liderar? ¡Tú estás suspendido cada dos semanas! ¡No puedes ni controlar tu temperamento, Dray!”.
Lo que empezó como un intercambio de reproches derivó en un enfrentamiento físico: Green empujó a Curry contra los casilleros; el base respondió con un manotazo que derribó una botella de Gatorade. Klay Thompson y Jonathan Kuminga tuvieron que separarlos, mientras Steve Kerr, el entrenador, gritaba “¡Basta!” desde la puerta de su oficina.
El ambiente era asfixiante. Jugadores jóvenes como Brandin Podziemski y Moses Moody observaban en silencio, atónitos. Un asistente médico intentó calmar los ánimos con hielo para el hombro de Curry —que se golpeó contra el metal—, pero la tensión era palpable. “Nunca los había visto así”, confesó uno de los presentes. “Era como si todo lo que han callado durante años saliera de golpe”.
Este no es un incidente aislado. Fuentes internas revelan que la relación entre Curry y Green lleva meses deteriorándose. Desde la temporada 2023-24, cuando Green fue suspendido indefinidamente por golpear a Jusuf Nurkić, Curry ha asumido un rol de “hermano mayor” que ya no tolera.
“Steph siente que Draymond lo usa como escudo”, dice un veterano del equipo. “Cada vez que Green comete una locura, Curry sale a defenderlo en prensa, pero ya no quiere hacerlo”. En privado, el base habría confesado a su círculo cercano: “Estoy cansado de limpiar sus desastres”.
Pero el verdadero secreto —el que nadie esperaba— salió a la luz esa misma noche. Según las fuentes, durante la discusión, Green lanzó una bomba: “¡Tú querías traspasarme el año pasado, Steph! ¡No finjas que no!”. El silencio que siguió fue ensordecedor. Curry no negó la acusación.
En efecto, tras la suspensión de Green en diciembre de 2023, el base se reunió en secreto con Joe Lacob y Mike Dunleavy Jr. para explorar un traspaso. “Steph no quería romper el núcleo, pero sentía que Draymond era un lastre”, revela un directivo. La operación nunca avanzó: no había mercado para un jugador de 34 años con historial de conducta y un contrato de 100 millones por cuatro años. Pero el daño estaba hecho. Green se enteró meses después a través de un agente rival y guardó rencor.
Este conflicto interno no es solo personal; es estructural. Los Warriors están 9-8 en la temporada 2025-26, sextos en el Oeste, pero con una defensa que permite 118 puntos por partido —la peor desde 2012—. Green, con promedios de 8.2 puntos, 7.1 rebotes y 5.9 asistencias, sigue siendo el ancla emocional, pero sus expulsiones (tres esta temporada) y técnicas (17) son un cáncer. Curry, con 27.1 puntos por partido, carga con el 38% de las posesiones ofensivas, pero su porcentaje de triples ha caído al 38.9% —el más bajo desde su año de novato—. “No es el mismo Steph cuando Dray no está enfocado”, admite un analista de la franquicia.
En el vestuario, las facciones ya existen. Los veteranos —Curry, Thompson, Looney— forman un bloque. Los jóvenes —Kuminga, Podziemski, Trayce Jackson-Davis— se alinean con Green, quien los defiende en prácticas y los motiva con su intensidad. “Dray es el alma del equipo para nosotros”, dice Kuminga en privado. “Sin él, somos blandos”. Pero esa lealtad choca con la visión de Curry, quien prioriza la estabilidad y el profesionalismo. “Steph quiere un equipo de élite, no un circo”, dice un asistente.
El impacto trasciende el Bay Area. En redes sociales, #WarriorsCivilWar se convirtió en tendencia mundial con 3.2 millones de menciones en 24 horas. Memes de Curry y Green como personajes de “Civil War” de Marvel inundaron X, mientras podcasts como “The Lowe Post” dedicaron episodios enteros al tema. Shams Charania, de ESPN, reportó: “Múltiples fuentes confirman tensión extrema en Golden State. No se descarta ningún escenario, incluido un traspaso”. Las acciones de la franquicia cayeron un 3.1% en Nasdaq; los patrocinadores, nerviosos, pidieron reuniones urgentes.
Steve Kerr, en rueda de prensa post-partido, intentó apagar el fuego: “Son emociones del momento. Somos familia. Lo resolveremos”. Pero su lenguaje corporal —ojos bajos, voz temblorosa— decía lo contrario. Fuentes aseguran que Kerr medita renunciar si la situación no mejora. “Steve está agotado. Lleva 11 años gestionando egos. Esto podría ser el final”, dice un exjugador cercano al coach.
El secreto del intento de traspaso de 2023 es el núcleo del problema. Green, herido en su orgullo, habría dicho en el vestuario: “Si me querías fuera, dilo de frente, no a mis espaldas”. Curry, según testigos, respondió: “Lo hice por el equipo, no por mí”. Esa frase resume la grieta: para Curry, los Warriors son una institución; para Green, son una hermandad. Y cuando una hermandad se rompe, no hay anillo que la salve.
Los números no mienten. Desde 2022, con Green en cancha, los Warriors tienen un net rating de +8.2; sin él, +4.1. Pero con sus suspensiones, el equipo ha perdido 28 partidos en tres temporadas. “Es un arma de doble filo”, admite un scout rival. “Draymond te da intensidad, pero también caos”. Curry, mientras tanto, ha jugado 76 partidos seguidos, pero su carga física es insostenible a los 37 años. “Necesita ayuda, no drama”, dice su entrenador personal.
¿Qué sigue? Fuentes internas hablan de una reunión de emergencia el jueves en San Francisco. Lacob, Dunleavy, Kerr, Curry y Green estarán presentes. “Será como un juicio”, dice un directivo. Entre las opciones: terapia de equipo, un ultimátum a Green, o —en el peor escenario— un traspaso antes del deadline de febrero. Los Lakers, Knicks y Heat ya han llamado, según rumores. Pero mover a Green significaría admitir el fin de una era.
Los fans, divididos, inundan las redes. En Dub Nation, algunos piden “#FreeDray”, otros “#TradeHimNow”. En el Chase Center, el ambiente es funesto: las camisetas de Green se venden un 40% menos que las de Curry. Niños con carteles de “We Believe” lloran en las gradas. “Esto no es baloncesto, es telenovela”, tuiteó un aficionado.
El legado está en juego. Cuatro campeonatos, tres MVP, dos defensas del año. Pero también: una pelea con un compañero en 2016, un puñetazo a Poole en 2022, y ahora esto. ¿Es el fin? Tal vez. O tal vez sea el catalizador para una última carrera. Curry, en Instagram, posteó una foto en blanco y negro con la leyenda: “Adversity reveals character”. Green no ha dicho nada.
Una cosa es segura: la dinastía de los Warriors pende de un hilo. Y el hilo lo sostiene un secreto que ya no es secreto. El baloncesto nunca volverá a ser el mismo en el Bay Area.