En una emotiva entrevista que ha conmovido a millones de personas en todo el mundo, Dijana Djokovic, madre del legendario tenista serbio Novak Djokovic, rompió a llorar al hablar sobre los años más difíciles en la vida de su hijo. Su confesión, cargada de amor maternal, nostalgia y dolor, reveló el lado más humano del campeón del Campeonato Mundial de Tenis 2023, un título que selló su nombre —ya inmortal— en la historia del deporte.
“Mi hijo ha traído gloria a nuestra familia y al tenis, pero el mundo ha sido demasiado cruel con él”, comenzó Dijana con la voz entrecortada, mientras se secaba las lágrimas durante la entrevista transmitida en la televisión serbia. Lo que siguió fue un relato íntimo, una historia de sacrificio, fe y resistencia que dejó a los espectadores sin palabras.
Según contó, los años previos al campeonato fueron un tormento silencioso para Novak. A pesar de su éxito, vivía atrapado entre la presión mediática, las críticas injustas y el dolor físico acumulado tras décadas en la élite. “Había noches en las que lo escuchaba llorar por teléfono. No por perder un partido, sino porque sentía que el mundo entero estaba en su contra.”
Los fanáticos conocen al Djokovic invencible, el guerrero de hierro que resiste cualquier adversidad. Pero su madre reveló una versión distinta: la del hijo sensible, el niño de Belgrado que soñaba con ser campeón mientras las bombas caían durante la guerra, entrenando con raquetas rotas y pelotas viejas. “A veces no teníamos electricidad, ni comida suficiente, pero él seguía golpeando la pelota en el pasillo de casa. Decía: ‘Mamá, un día jugaré contra los mejores’. Y lo hizo.”
El relato tomó un giro aún más conmovedor cuando Dijana recordó el momento previo al Campeonato Mundial de Tenis de 2023, celebrado en Londres. Djokovic, ya de 36 años, arrastraba una lesión crónica y la duda de si sería su última gran competición. “Me llamó la noche anterior a la final”, recordó ella. “Me dijo: ‘Mamá, si pierdo mañana, quizás sea mi último partido. Pero si gano, será por ti’. Yo no pude dormir esa noche.”
El resto es historia. Djokovic venció a su rival en una de las finales más dramáticas del tenis moderno, levantando el trofeo con lágrimas en los ojos y señalando al cielo. Lo que nadie sabía era que, en su muñeca, llevaba una pequeña pulsera tejida por su madre durante su infancia. “Siempre la guarda, como un talismán, confesó Dijana. Es su conexión con el hogar, con sus raíces, con nosotros.”
Pero el camino hacia la gloria no ha estado exento de heridas. “Cuando la gente lo llama arrogante o frío, me duele. No conocen su corazón. Él da más de lo que recibe, dijo entre sollozos. Durante años, ha tenido que luchar no solo contra sus oponentes, sino contra los juicios, los rumores y la incomprensión.”
A pesar de su éxito monumental —más de 24 títulos de Grand Slam y cientos de récords—, Djokovic sigue siendo un personaje polémico. Sus creencias, su independencia y su mentalidad férrea lo han convertido tanto en ídolo como en blanco de críticas. Sin embargo, las palabras de su madre han humanizado su figura de una manera que pocos esperaban.
“No todos los héroes llevan capa, dijo Dijana al final de la entrevista. Algunos solo llevan una raqueta y el corazón roto de tantas veces que el mundo les dio la espalda.”
El público serbio reaccionó con una oleada de apoyo. Las redes sociales se llenaron de mensajes bajo el hashtag #GraciasDjokovic, donde miles de fans compartieron recuerdos y palabras de cariño hacia el tenista. Incluso antiguos rivales, como Rafael Nadal y Andy Murray, enviaron mensajes de respeto. Nadal escribió en X: “Nadie conoce la carga que llevamos. Novak ha demostrado ser más que un campeón: es un sobreviviente.”
Fuentes cercanas a la familia afirman que Djokovic se enteró de la entrevista mientras entrenaba en Mónaco. Al verla, envió un mensaje corto a su madre: “Mamá, tus lágrimas son mi mayor trofeo.”
Hoy, a los 38 años, Novak Djokovic sigue compitiendo, desafiando la edad y los límites del cuerpo humano. Pero después de las palabras de su madre, el mundo ha empezado a verlo con nuevos ojos. Ya no solo como el atleta que lo ha ganado todo, sino como el ser humano que luchó contra la soledad, la duda y el peso de la gloria.
En un deporte donde los aplausos se desvanecen y las victorias se olvidan pronto, el amor de una madre permanece eterno. Y quizás, como dijo Dijana al final, con una sonrisa entre lágrimas:
“El verdadero campeonato no lo ganó en la cancha, sino en la vida.”